lunes, 26 de marzo de 2018

A 77 AÑOS DE LA MUERTE DE VIRGINIA WOOLF...

A 77 AÑOS DE LA MUERTE DE VIRGINIA WOOLF


Virginia Woolf nació un 25 de enero de 1882 y murió el 28 de marzo de 1941 ahogándose en el río Ouse cerca de su casa en Sussex. Tenía 59 años. Ya lo había intentado, una vez volvió a su casa con la ropa mojada y dijo que se había caido, le sirvió para darse cuenta que tenía que poner peso, piedras por ejemplo...y así lo hizo.

Le dejó una carta de despedida a su esposo:


"Querido:

Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.

No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.

V."

Tenía crisis de delirio en las que perdía la noción de la realidad, estos momentos solía coincidir cuando estaba terminando alguna de sus novelas. Filtraba sus propias experiencias como en "La señora Dalloway" que sufre neurosis de guerra y termina suicidándose.

Cuando superaba accesos de locura, recordaba gran parte de lo sucedido y cuando volvía a estar bien, a estar equilibrada, volvía a escribir otra novela.

En "Una habitación oscura" expone alguna de sus vivencias.

Su vida la dedicó a la literatura y pretendía reflejar una realidad interna que no se vé, pero que indudablemente existe.

Abrió caminos nuevos en la narración, en la manera de vernos a nosotros mismos.

Escribió: "Fin de viaje", "Noche y día", "La señora Dallowy", "Orlando", "Una habitación propia", "Las olas" "Tres guineas", "Roger Fry", "El cuarto de Jacob", "Al faro" y el texto póstumo "Entre actos".

Frases de Virginia Woolf:

La vida es un sueño, el despertar es lo que nos mata.

No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente.

Amar nos separa de los demás.

Creo que todas las novelas tratan del carácter y que es para expresar el carácter, no el sueño de doctrinas, el cantar canciones o el celebrar las glorias del Imperio Británico que la forma de la novela, tan rica, elástica y viva, va evolucionando.

Cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo, como las hojas de un libro aprendido por ellos de memoria; y sus amigos podían sólo leer el título.

El amor es una ilusión, una historia que una construye en su mente, consciente todo el tiempo de que no es verdad, y por eso pone cuidado en no destruir la ilusión.

Sólo el cielo sabe por qué lo amamos tanto.

Sí, siempre mantened los clásicos a la mano para prevenir la caída.

Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción.

Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien.

Nos produce náusea la vista de personalidades triviales que se descomponen en la eternidad de lo impreso.

Es vano y una tontería el hablar de conocer el Griego.


La vida misma, cada momento de ella, cada gota de ella, aquí en este instante, ahora, en el Sol, en Regent.

Si, he estado pensando: vivimos sin un futuro. Eso es lo sorprendente: con las narices apretujadas contra una puerta cerrada.

La vida. Es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos envuelve desde que tenemos una conciencia hasta el final.

Middlemarch, el libro magnífico, el cual con todas sus imperfecciones, es una de las pocas novelas inglesas para gente madura.

Sólo Dios sabe por qué la amamos tanto, por qué la vemos como la vemos, inventándola, construyéndola a nuestro alrededor, derribándola a cada momento; porque hasta las mujeres menos atractivas que pudiera imaginarse, los desechos más miserables que se sentaban en los umbrales de las puertas (derrotados por la bebida) hacían lo mismo; estaba totalmente convencida de que ninguna ley lograría dominarlos, y por esa misma razón: la de que ellos amaban la vida.

Porque todas las comidas se han cocinado, los platos y las tazas lavado; los niños enviados a la escuela y arrojados al mundo. Nada queda de todo ello; todo desaparece. Ninguna biografía, ni historia, tiene una palabra que decir acerca de ello.

Yo me aventuraría a pensar el que Anon (anónimo), quien escribiera tantos poemas sin firmarlos, fue a menudo una mujer.

Quería escribir sobre todo, sobre la vida que tenemos y las vidas que hubiéramos podido tener. Quería escribir sobre todas las formas posibles de morir.

La muerte es el enemigo. La muerte es contra lo que cabalgo con la espada envainada y el pelo flotando al viento.

La vida, quizás, no se presta a las manipulaciones a las que la sometemos cuando intentamos contarlas.

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada.

La verdad que escribir constituye el placer más profundo, que te lean es sólo un placer superficial.


El pasado sólo vuelve cuando el presente fluye tan armonioso como la superficie deslizante de un río profundo. Entonces se ve a través de la superficie deslizante de un río profundo. En esos momentos encuentro una de mis mayores satisfacciones, no en el hecho de estar pensando en el pasado, sino que es entonces cuando estoy viviendo el presente más intensamente.

Cuando vio este nuevo libro sobre su mesa de noche, apilado sobre el que había terminado la noche anterior, estiró la mano automáticamente, como si leer fuera la primera y única tarea evidente del día, la única forma viable de negociar el tránsito del sueño al deber.

La sorprende como la sorprendería un objeto raro y extraordinario, una obra de arte; por la sencilla razón de que sigue siendo, a través del tiempo, pura y simplemente él mismo.

Pero para hacerte entender, para darte mi vida, debo contarte una historia -y hay tantas y tantas- y ninguna de ellas es verdad.

Los hombres pueden preciarse de escribir honesta y apasionadamente sobre los movimientos de las naciones; pueden pensar que la guerra y la búsqueda de Dios son los únicos temas de la gran literatura; pero si la posición de los hombres en el mundo tambaleara por un sombrero mal escogido, la literatura inglesa cambiaría dramáticamente.

No comer es un vicio, una especie de droga: con el estómago vacío se siente limpia y veloz, con la cabeza despejada, lista para la pelea. Toma un sorbo de café, baja la taza, estira los brazos. Levantarse a lo que parece ser un buen día, prepararse para trabajar pero no embarcarse todavía, resulta una de las experiencias más singulares.

Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera, palabras de una sílaba como las que usan los niños cuando entran en un cuarto donde su madre está cosiendo y cogen del suelo una hebra de lana blanca, una pluma, o un retal de chintz. Necesito un aullido, un grito.

No son las catástrofes, los asesinatos, las muertes, las enfermedades las que nos envejecen y nos matan; es la manera como los demás miran y ríen y suben las escalinatas del bus.

Las mujeres han servido durante todo este siglo como espejos que poseyeran el poder de reflejar la figura del hombre a un tamaño doble del natural.

Es obvio el que los valores de las mujeres difieren con frecuencia de los valores creados por el otro sexo y sin embargo son los valores masculinos los que predominan.

Las mujeres han vivido todos estos siglos como esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre, el doble de su tamaño natural.

Por Daniel Loisi