miércoles, 16 de enero de 2013

"El León en Invierno" y la problemática del teatro actual


Foto: “EL LEON EN INVIERNO” y la problemática del teatro actual.

“El León en invierno” obra de teatro de James Goldman que se representa en el Regina y nuevamente la gran pregunta: ¿Cuál es la forma de actuar? ¿Qué se busca en el teatro argentino? Claro que “El León en invierno” no lo va a responder porque peca de todos los vicios que por lo general tiene la cartelera porteña: sobreactuaciones, mentiras en el escenario y recursos exteriores que alejan al espectador, voces bajas, ausencia de sentimientos y actores que quedan expuestos ante esta falta.
Un gran texto que tiene un antecedente magistral en cine con el gran Peter O’Toole y Katerine Hepburn lo que erosiona más el espectáculo ante la sola comparación.
Un espectáculo dirigido por Pompeyo Audivert, un actor exterior que logra con éxito que Daniel Fanego y Leonor Manso estén sobreactuados y exteriores, acompañados de un elenco con experiencia pero inexperto que les pesa el desafío. Tenían todo para lograr el impacto y realizar un gran espectáculo pero desde los primeros segundos uno adivina lo que va a venir y lo que va a pasar. 
Gran dificultad en la dirección de actores donde no llega a la platea el tremendo conflicto de estos personajes, dudosos, contradictorios, temibles, que son obligados a navegar entre el drama y a veces el humor sin definirse por ninguno de los dos y mucho menos ser creíbles y finalmente quedando a mitad de camino por la ausencia de dramatismo y emoción que solo se ve actuada y se nota, inclusive en ese duelo final de espadas mal construido, quizás esto último se pueda perdonar, pero no la falta de sentimiento y dolor que provoca el enfrentar a sus propios hijos, ese dolor está ausente y se actúa y es ahí cuando se produce el alejamiento. Se necesitaba otro enfoque, otra mirada donde sí entonces apareciera ese desgarro que se simula sentir. Una cosa es hacer como y otra es serlo, ser verdadero.
Daniel Fanego como Enrique II, ese Rey que en la Navidad de 1183 reúne a su esposa Leonor y a sus hijos: Ricardo Corazón de León, Godofredo y Juan conocido como Juan sin Tierra para decidir quién lo sucederá en el trono, tiene una imagen perfecta para el papel y nos viene regalando personajes en cine maravillosos pero no acierta esta vez, aún poniéndose la obra al hombro con su despliegue y hermosa voz, debió dejarse llevar por un estado interior que le diera credibilidad a su personaje, falta verdad en el enfrentamiento con sus hijos, falta dolor y se equivoca al actuar ese sentimiento, lo mismo que el odio a su esposa y viceversa, basta hablar de política en cualquier reunión o salir a una marcha en las calles de Buenos Aires y ver ese odio que en el Regina se actúa para comprender cual es el verdadero odio que se quiere representar en este matrimonio de Enrique II y Leonor, ese odio está actuado por los interpretes que tampoco logran crear el vínculo y me viene a la mente el tremendo texto de Edward Albee: “Quién le teme a Virginia Woolf” donde Richard Burton y Elizabeth Taylor manejaban un odio y un vínculo creíble. Leonor Manso con su Leonor casi tiene los mismos errores que su compañero, complicado más por su bajo tono de voz y esforzarse continuamente por ser exterior.
Falta pasión, pero no desde los gritos, hay que sacarla desde el corazón, desde las entrañas, sentir, hacer pausas que no están, sentimientos que no están, y ya soy reiterativo, pero para mí es fundamental.
La extructura de los cambios no ayuda, es casi estudiantil, la música tratando de imitar a Michael Nyman por la falta de fuerza y dudas donde ubicarla tampoco logra su objetivo.
Muchos temas que lanza este hermoso texto como la lucha de poder, la sucesión en el trono, la herencia, el siniestro  juego de una familia desgarrada por la lucha del poder, la ambición, el paso del tiempo y el enfrentamiento de las generaciones queda malogrado por la ineficacia de un director y un elenco que no pudo resolver como trasladar todo eso al escenario, dando una prueba más que “no basta lo que se cuenta sino como se cuenta”, hay que saber plasmarlo en el escenario y lograr que el público salga modificado y perturbado cosa que con esta puesta anodina no va a suceder. 
Una pena, siempre se elige lo más fácil: actuar y …..”He aquí el problema…..”
Por Daniel Loisi
“EL LEON EN INVIERNO” y la problemática del teatro actual.
“El León en invierno” obra de teatro de James Goldman que se representa en el Regina y nuevamente la gran pregunta: ¿Cuál es la forma de actuar? ¿Qué se busca en el teatro argentino? Una pregunta que se podría trasladar a la TV donde cada vez se actúa peor salvo programas como "En terapia" pero volvamos al teatro ¿Qué se busca en el teatro argentino? Claro que “El León en invierno” no lo va a responder porque peca de todos los vicios que por lo general tiene la cartelera porteña: sobreactuaciones, mentiras en el escenario y recursos exteriores que alejan al espectador, voces bajas, aún en los espectáculos donde usan micrófonos que es como si un jugador de fútbol llevara la pelota atada, ausencia de sentimientos y actores que quedan expuestos ante esta falta.
Un gran texto que tiene un antecedente magistral en cine con el gran Peter O’Toole y Katerine Hepburn lo que erosiona más el espectáculo ante la sola comparación.
Un espectáculo dirigido por Pompeyo Audivert, un actor exterior que logra con éxito que Daniel Fanego y Leonor Manso estén sobreactuados y exteriores, acompañados de un elenco con experiencia pero inexperto que les pesa el desafío. Tenían todo para lograr el impacto y realizar un gran espectáculo pero desde los primeros segundos uno adivina lo que va a venir y lo que va a pasar.
Gran dificultad en la dirección de actores donde no llega a la platea el tremendo conflicto de estos personajes, dudosos, contradictorios, temibles, que son obligados a navegar entre el drama y a veces el humor sin definirse por ninguno de los dos y mucho menos ser creíbles y finalmente quedando a mitad de camino por la ausencia de dramatismo y emoción que solo se ve actuada y se nota, inclusive en ese duelo final de espadas mal construido, quizás esto último se pueda perdonar, pero no la falta de sentimiento y dolor que provoca el enfrentar a sus propios hijos, ese dolor está ausente y se actúa y es ahí cuando se produce el alejamiento. Se necesitaba otro enfoque, otra mirada donde sí entonces apareciera ese desgarro que se simula sentir. Una cosa es hacer como y otra es serlo, ser verdadero.
Daniel Fanego como Enrique II, ese Rey que en la Navidad de 1183 reúne a su esposa Leonor y a sus hijos: Ricardo Corazón de León, Godofredo y Juan conocido como Juan sin Tierra para decidir quién lo sucederá en el trono, tiene una imagen perfecta para el papel y nos viene regalando personajes en cine maravillosos pero no acierta esta vez, aún poniéndose la obra al hombro con su despliegue y hermosa voz, debió dejarse llevar por un estado interior que le diera credibilidad a su personaje, falta verdad en el enfrentamiento con sus hijos, falta dolor y se equivoca al actuar ese sentimiento, lo mismo que el odio a su esposa y viceversa, basta hablar de política en cualquier reunión o salir a una marcha en las calles de Buenos Aires y ver ese odio que en el Regina se actúa para comprender cual es el verdadero odio que se quiere representar en este matrimonio de Enrique II y Leonor, ese odio está actuado por los interpretes que tampoco logran crear el vínculo y me viene a la mente el tremendo texto de Edward Albee: “Quién le teme a Virginia Woolf” donde Richard Burton y Elizabeth Taylor manejaban un odio y un vínculo creíble. Leonor Manso con su Leonor casi tiene los mismos errores que su compañero, complicada más por su bajo tono de voz y esforzarse continuamente por ser exterior.
Falta pasión, pero no desde los gritos, hay que sacarla desde el corazón, desde las entrañas, sentir, hacer pausas que no están, sentimientos que no están, y ya soy reiterativo, pero para mí es fundamental.
La extructura de los cambios no ayuda, es casi estudiantil, la música tratando de imitar a Michael Nyman por la falta de fuerza y dudas donde ubicarla tampoco logra su objetivo.
Muchos temas que lanza este hermoso texto como la lucha de poder, la sucesión en el trono, la herencia, el siniestro  juego de una familia desgarrada por la lucha del poder, la ambición, el paso del tiempo y el enfrentamiento de las generaciones queda malogrado por la ineficacia de un director y un elenco que no pudo resolver como trasladar todo eso al escenario, dando una prueba más que “no basta lo que se cuenta sino como se cuenta”, hay que saber plasmarlo en el escenario y lograr que el público salga modificado y perturbado cosa que con esta puesta anodina no va a suceder.
Una pena, siempre se elige lo más fácil: actuar y …..”He aquí el problema…..”
 
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Por Daniel Loisi

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